viernes, 27 de agosto de 2010

David y Goliath en las redes sociales: El Proyecto Diáspora

Tómense un minuto (3:35 minutos, para ser preciso) y vean la presentación del proyecto Diáspora por sus impulsores. El link es: http://vimeo.com/11099292

¿Qué es Diáspora? Una posible respuesta es la siguiente: Diáspora es una plataforma de social networking en internet, igual que MySpace y Facebook. Una de tantas que nacen y mueren cada semana.

Otra respuesta puede ser: Diáspora es el próximo Facebook, y tienen pensado hacer su lanzamiento el 15 de setiembre.

Antes de seguir, consideremos que Facebook es una empresa cuya valoración está estimada en 11 Billones de dólares, emplea unas 1200 personas y tiene más de 500 millones de usuarios. Si Facebook fuera un país, sería el tercer país del planeta por población, sólo debajo de India y China, pero los chicos que acaban de ver tienen la posibilidad de quebrarlo, llevarlo a la ruina, enterrarlo en el olvido. Comenzando el 15 de setiembre.

¿Cómo es posible que cuatro estudiantes tengan la chance de derribar un Goliath como Facebook? Esta pregunta apunta al corazón mismo de la dinámica competitiva que vivimos hoy. Los modelos de negocio están cada vez más expuestos, vulnerables a ataques desde dentro y fuera de sus respectivas industrias. La innovación juega un papel preponderante en la competitividad, y quien no se adapta desaparece.

Por supuesto, no será fácil ni rápido que Diáspora consiga 500 millones de usuarios, pero si lo hacen bien, lo pueden hacer en menos tiempo que lo logró Facebook, porque cuentan con un usuario ya habituado a “consumir” redes sociales. Facebook tuvo que abrirse paso en la selva, pero Diáspora sigue por el camino ya abierto por Facebook, y tiene la ventaja de poder evitar los errores que éste cometió. En concreto, Diáspora propone mejorar algunas de las principales debilidades del modelo de Facebook, especialmente relacionadas con privacidad, control y propiedad del material que cada usuario cuelga en la web.

Hoy el mundo gira alrededor de Internet, y Facebook es el rey de Internet. Sin embargo, los cuatro estudiantes del video han encontrado fallas en su modelo, y el 15 de setiembre van a ponerlo a prueba.

El ejemplo de Diáspora debería llevar a los directivos y empresarios que hoy se sienten seguros y tranquilos con sus modelos de negocio, a reconsiderar sus fortalezas y debilidades. Por mayor que sea su base de clientes, su capitalización, la implantación de su marca, etc., siempre habrá un David dispuesto a dejar obsoletas nuestras armaduras, lanzas y espadas con una simple piedra bien dirigida. Personalmente, espero el 15 de setiembre con ansiedad.

Por más info sobre Diáspora: http://www.joindiaspora.com/

lunes, 23 de agosto de 2010

¿Qué debe buscar un directivo cuando decide?

De todas las preguntas que un directivo se hace y le hacen, hay una es absolutamente vital, ya que de su respuesta depende su futuro y el de quienes se ven afectados por sus acciones.

Es una pregunta tan sencilla como profunda: “¿cuál es el fin de la acción directiva?” o dicho de otra forma, “¿qué debe buscar un directivo cuando decide?”. Para un directivo es una pregunta de hecho ineludible, dado que siempre que está decidiendo, está buscando algo, haya o no reflexionado sobre qué es eso que busca.

Hoy en día hay dos bandos claramente diferenciados, que responden a esta pregunta de forma radicalmente opuesta.

El primero de los bandos propone una respuesta que es un poco antigua. Data de 1776 y viene de Adam Smith, considerado el padre del capitalismo. ¿Qué debe buscar un directivo, de acuerdo a Adam Smith? Nada más ni nada menos que su interés propio.

Smith, viendo que Newton, mediante la ley de gravitación universal era capaz de explicar el funcionamiento del universo entero, se planteó encontrar una ley que explique el funcionamiento de las sociedades. En su libro “La riqueza de las naciones” propone que la ley que debe regir la conducta de los hombres para que la sociedad pueda vivir en paz no es otra que el interés propio, el “self interest”. El hombre es entonces un animal económico, que en su actuar debe preocuparse pura y exclusivamente por su propio interés.

Me animo a decir que, a pesar de venir del siglo XVIII, esta idea está muy vigente hoy en día, y con particular fuerza en las empresas, donde el famoso “there is no free lunch” es una realidad tan obvia que no necesita ser probada.

El problema con esta respuesta es que ha llevado a un mundo en el que cuanto más desarrollo y crecimiento económico hay, más inequidades, abusos e injusticias vemos. El funcionamiento de la sociedad basada en el egoísmo no ha sido tan armónico y equilibrado como Adam Smith pensaba.

El primer bando ofrecía una respuesta un tanto antigua, pero la respuesta que ofrece el segundo bando es aún mucho más antigua: tiene 2000 años. Viene del Cristianismo, y a la pregunta ¿qué debe buscar con su acción el hombre? responde sencillamente que los hombres deben amarse unos a otros. Lo que debemos buscar con nuestras decisiones es el bien común. La Iglesia desde siempre ha difundido este mensaje, y ha repetido hasta el cansancio que no es en absoluto incompatible con la actividad económica, ni con el lucro.

El Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate aborda este punto:

La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella.

El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo
.”

Resumiendo: un bando declara que la fórmula de éxito es: “que cada uno se preocupe por sí mismo”, mientras que el otro afirma “que cada uno se preocupe del bien común”.

En su discurso inaugural, el Presidente Obama propuso a los americanos que la solución a los problemas que enfrentan está en dos cosas: “virtudes y esperanza”. Muchos vimos en esa declaración una apertura a una concepción distinta del hombre y su rol en la economía.

Sin embargo, cuando se propone la salida a la crisis financiera, se recurre básicamente a dos herramientas: nueva legislación y corregir los sistemas de incentivos. Se apela una vez más al interés propio de las personas como forma de solucionar los males. Lo mismo podemos ver en el caso de los pozos petroleros en el Golfo de México. Pongamos multas y endurezcamos la legislación.

El problema con estas medidas (sin duda en cierta medida necesarias), es que no atacan el fondo de la cuestión. Lo que hace falta para solucionar todos estos problemas de raíz, son directivos que se preocupen por el bien común, y no hay ley, ni sistema de incentivos que pueda obligarnos a que nos preocupemos sinceramente los unos por los otros.

¿Cómo se consigue, entonces esa fraternidad y solidaridad basada en el bien común? Es necesario comprender que este tipo de comportamientos no se pueden reglamentar o decretar, sólo se pueden inspirar. La única forma en que las personas comiencen a actuar así es si alguien les da ejemplo. Hacen falta personas concretas, de carne y hueso que muestren el camino, que demuestren que es posible un mundo empresarial en el que la fraternidad y la solidaridad sean los sentimientos orientadores, y el bien común el objetivo a conseguir.

Hace falta empresarios y directivos que se tomen en serio esta aventura, para demostrar al mundo, con su inteligencia y su habilidad, que no es “a pesar de ser buen empresario” sino precisamente “porque se es buen empresario” que se debe actuar con la mira puesta en el bien común.

Este tipo de personas son vitales si pretendemos cortar el ciclo vicioso del interés propio, donde cada hombre es el competidor de su hermano. Sin estas personas, el destino que nos espera no es otro que el colapso de nuestras sociedades ante la creciente injusticia y desigualdad entre pueblos y entre hermanos. Ésta, y no otra, es la realidad que nos espera si no cambiamos de dirección. Así de graves son las consecuencias.