Si
usted es directivo de una empresa preocupada por mantener su competitividad en
el entorno actual, estoy dispuesto a adivinar dos cosas respecto a usted:
La
primera es que en su empresa están preocupados por fomentar la capacidad de innovar. En las últimas semanas he
tenido reuniones de trabajo con organizaciones de todo tipo, empresas grandes y
pequeñas, colombianas y multinacionales, industriales y de servicios, incluso
con instituciones de la fuerza pública, profundamente compenetradas con la
exigencia competitiva de la innovación.
La
segunda cosa que adivinaré, es que le está costando mucho, y a todos los
niveles de la organización hay un alto grado de ansiedad e incertidumbre cada
vez que se menciona la palabra “innovación”.
Si
a su empresa no le interesa innovar, o han dado en el clavo de cómo hacerlo de
forma coherente y sostenida, no hace falta que siga leyendo este artículo. De
hecho, lo animo de corazón a que me escriba y me cuente su experiencia.
En
el presente artículo lo que pretendo hacer es brindar una orientación –sencilla
y práctica- a aquellas empresas y directivos que aún siguen tienen pendiente la
asignatura de añadir la innovación a
la lista de sus ventajas competitivas.
La ecología de la innovación
La
innovación no se da en un vacío, sino que es producto muy particular de las
características de la organización que la promueve. Al igual que una planta
necesita un ecosistema que la sostenga y alimente, lo
primero que debemos atender es el ecosistema
donde esa innovación va a vivir.
Cada empresa tiene su propio
ecosistema, que determina qué innovaciones sobreviven y cuáles no.
Éste viene determinado por cinco factores fundamentales:
1) La estrategia de la empresa. El foco
estratégico de la empresa es vital al momento de determinar el tipo y las
condiciones de la innovación capaz de sobrevivir en ella.
2) La estructura de la empresa. La forma de
organizarse, la conformación de los equipos, las líneas jerárquicas, incluso
las políticas presupuestarias y de reportes imponen exigencias que resultan en
que determinados tipos de innovación prosperen mientras que otros sean
simplemente inviables.
3) La gestión del conocimiento. La velocidad
y eficacia con que el conocimiento agregado de la organización es puesto al
servicio de solucionar o prevenir un determinado problema o desafío, es una
variable crítica en el sistema.
4) El estilo de liderazgo. Es evidente que, de acuerdo
a su estilo personal, mientras que unos líderes aceptan el desafío de innovar,
otros rechazarán toda iniciativa que se aparte de lo conocido y seguro.
5) La cultura de la organización. Posiblemente
derivada de los demás factores pero llegando más allá de ellos, la cultura de
una organización, su forma de vida, es un factor crítico al momento de
determinar qué innovación florece, cómo y cuándo.
Estos
cinco factores conforman entonces el ecosistema que deberá soportar la
innovación. Teniendo un diagnóstico de estos tendremos un insumo vital para
nuestra gestión de la innovación.
Las
buenas noticias a este respecto es que, al igual que sucede en la naturaleza,
todos los ecosistemas son capaces de soportar algún tipo de innovación. Aún en los desiertos más áridos se
encuentran organismos capaces de crecer y prosperar.
Las
malas noticias es que no todo tipo de
innovación sobrevive en cualquier ecosistema. Igual que la planta de cacao
no crece en el polo, es ilusorio intentar cultivar un tipo de innovación que no
encaja con el ecosistema interno.
Conocer en profundidad los diferentes tipos de innovación es clave para no adentrarse en aventuras que están destinadas al fracaso desde antes de comenzar. Por ese motivo, en mi próximo artículo hablaremos de los tipos de innovación.
Stay tuned!
No hay comentarios:
Publicar un comentario